Seattle fue una gran sorpresa en este viaje. Y merece una despedida especial.
Fuimos a cenar a la barra del Bastille, en Ballard. Lindo lugar
Buenos cocteles (Cris se arriesgó a uno de cerveza y vodka), y gran compañía, con nuestro amigo Carlos
Y las delicias locales: ostras (que se acabaron antes de la foto) y Hallibut
Atardecer de regreso a Bellevue
Gran cierre de aventura. Sólo quedaba abordar.
Y claro, despedirnos del Monte Rainier, ícono de Seattle, que se vé desde todos lados, incluso el avión.